Últimamente he estado pensando en el amor (ayyyyyyyyyyyyyy….) y cómo nos desenvolvemos con esa palabra. Pero en serio no lo digo en el sentido romántico, sino en el sentido completo de la expresión. Me he estado preguntando “¿cómo amo a mi novia / mis amigos / mis jefes / mis clientes o proveedores que me sacan de quicio / mis perras / mi trabajo / al “guachiman” que me cuida el carro / … ?” y si lo hago de formas correctas, incorrectas o si simplemente no lo hago.
Y lo he estado pensando porque cada día me convenzo más de una conclusión simple pero profunda: Amar a la gente es difícil. Muy. Demasiado. En especial cuando no “calzan” con nuestra forma de actuar y/o de pensar.
Siempre me ha parecido bastante desafortunado que un discípulo (no sabemos cuál fue el sapazo) le hiciera a Jesús esta temida pregunta de, “¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?” A lo que Jesús respondió:
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”—le respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”
Mateo 22: 37-39
Pero, ¿y si mi vecino canta hasta las 2:00 am desgalillado? ¿Y si su perro apesta? ¿Debo amarlos cuando apoyan al paupérrimo rival de mi equipo? Pero, qué pasa si damos un paso más en la herida y nos preguntamos algo aún más escandaloso: ¿y si me han lastimado? ¿y si me han humillado? ¿Debería amarlos entonces?
Yo diría que esta es la tarea más difícil que Dios nos ha dado, amarnos unos a otros, como nos amamos a nosotros mismos. ¿Por qué? Porque la profundidad del amor está profundamente arraigada en el grado de nuestra propia vulnerabilidad. Mis mejores amigxs no siempre son los que me conocen desde hace más tiempo, sino los que más me conocen: mis capacidades, mis logros, mis dones, mis miedos, mis inseguridades, mis caprichos, mis excentricidades. Si de verdad me conocen, es porque he sido vulnerable con ellxs, y si siguen acá es porque realmente algo de amor me han de tener. Creo que por eso un noviazgo o un matrimonio también son difíciles, por el hecho de que lo vemos todo. Es cuando (en la buena teoría) somos más vulnerables con otra persona. No hay secretos, y si los hay, eso es un nuevo conjunto de problemas. Si estamos pegados a esa persona, es porque debería haber amor ahí ¿no?
A veces siento que es como ir a meterse en un barreal, o me salgo del carro y me rindo o le pongo la 4×4 y tratamos de salir rápido de ahí esperando salir un toque embarrealados. Algo así es lo que me imagino cuando veo el amor de Jesús: El mae se mete a ese barreal desordenado cuando, a pesar de saber que iba a ser traicionado, no tomó ninguna represalia hacia Judas. Es abrumador pensar en esto, pero Jesús invitó al tipo que lo traicionó a su última comida en la Tierra. ¿Se imaginan? Es que creo que ni con la chancha y un remolque lograría yo salirme de semejante lodazal. Y yo a veces estoy no-disponible emocionalmente para hablar con mi hermanx… Y yo más bien ando viendo cómo cortar relación con personas a mi alrededor… Esto no nos hace fuertes, nos hace amargados.
Lo que esto no significa
Cuando menciono que tenemos que superar la idea de cortar a los demás, de ninguna manera estoy diciendo que es pecado o malo “cortar a los demás” de tu vida. A modo de ejemplo, si hemos experimentado de abuso o agresión emocional, verbal, sexual, o cualquiera que sea el caso, no estoy sugiriendo jamás que brindemos a nuestrxs agresorxs de infinitas “segundas oportunidades”. Por el contrario ¡hay que salir corriendo! ¡Dejemos a esxs maes tirados! No tenemos que arreglarlxs. No somos sus Salvadorxs, y aquí están las buenas noticias y la libertad, no tenemos que serlx. Tranquilos podemos salir de esas relaciones tóxicas con la cabeza en alto. Muchas veces la mejor manera de amar a estas personas es simplemente no estar cerca de ellas para no generar pensamientos y reacciones nocivas en nosotrxs mismxs.
Esta entrada no es sobre el abuso. Esas circunstancias son tan malvadas y manipuladoras que pensarlo hace que me sienta bien mal. Así que dejame decirlo de nuevo, no se trata de abuso y/o agresión. Punto. Esto es para la situación común y para la persona común que han sido perjudicadxs, a quienes les resulta difícil amar a quienes son más difíciles de amar, aunque a menudo son los que más necesitan amor. Este post es una reflexión interna para mí y, potencialmente, para ustedes también. Esto sobre la narrativa cultural que dice: “Amate a vos mismo, ¿a quién le importa tu vecino?”
No nos aislemos
La pérdida de confianza en alguien a quien una vez confiamos nos duele de una manera que pocas cosas pueden comparar, pero independientemente de lo que haya sucedido, no creo que haya alegría en aislar a las personas. Pero cuanto más examino las redes sociales, más me doy cuenta de que celebramos la crucifixión pública de las personas cuando sentimos que nos han agraviado.
Tal vez sea el surgimiento de una cultura narcisista e individualista que asoma su cabeza cuando alguien se interpone en nuestro camino, pero parece que estamos más concentrados en a quién deberíamos cortar al primer signo de “toxicidad”, en lugar de extender la gracia a los demás:
“Pero él nos da mayor ayuda con su gracia. Por eso dice la Escritura:
Santiago 4:6
«Dios se opone a los orgullosos,
pero da gracia a los humildes».”
Parecemos más enfocados en vivir nuestra mejor vida a expensas de los demás en lugar de vivir una vida bendecida de buscar la paz y de dar nuestras vidas por otros:
“Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.”
Juan 15:13
Parecemos más enfocados en obtener lo que es nuestro en lugar de entender que todo buen regalo proviene de algo más arriba de nosotros (Santiago 1:17), y que lo que es nuestro se comprende mejor al dar a los demás:
“…siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor “
Efesios 4:2
Cada vez que me he sentido traicionado por alguien, tengo dos opciones: Tomar represalias en mi enojo o pausar y encontrar mi paz. Dar un puñetazo más fuerte del que me dieron o desearle lo mejor a esas personas, perdonarlos e irnos. Una vez leí que la falta de perdón es como tomarse una botella de veneno y esperar que la otra persona muera. Creo que hay mucha verdad en eso.
En lugar de encontrar placer en aislar a los demás y albergar amargura hacia la persona que nos hizo daño, espero que podamos encontrar el verdadero perdón para ellxs en nuestro corazón por la salud de nuestro propio corazón. Quiero que lleguemos a reconocer que hay algunas personas a las que simplemente debemos amar desde la distancia y que aunque las cosas nunca sean iguales, no nos anclemos en un puerto de odio. Amar a la gente bien es un viaje emocionante y aterrador hacia el mar. Nos podremos encontrar con tormentas que lloverán decepciones y soplarán el miedo en las velas de nuestro barco, pero solo a través de la vulnerabilidad de levantar nuestro ancla y navegar hacia lo desconocido podremos realmente encontrar las costas y playas de libertad a través de la gracia y el amor que costó permanecer en la tormenta en primer lugar.
“Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
Efesios 4:32
¿Nos aventuramos a meter la “chancha”? ¿Quién se manda a navegar en este mar desconocido pero emocionante? Busquemos nuestra sanidad. Busquemos la mejor convivencia. Busquemos amar bien.
-Charlie!
Charlie!! El amor mueve montañas y sobre todo las nuestras. Pero el amor a través de Jesús l, que es el verdadero amor, el que transforma, confronta, exhorta y guía con su mano. Vivir en amor es la decisión mas fácil y suave. Que así sea en todos. Un abrazo grande