¿Quién está al volante?

Una de mis artistas favoritas se llama Julien Baker, y mucha de su música se caracteriza por ser muy emocional, profunda y melancólica. Muy meláncolica y cruda.

“But I rejoice. I rejoice. I rejoice. I rejoice”

Mi canción favorita de ella se llama “Rejoice” y repasa como la vida aveces es complicada porque perdemos a gente que queremos en el camino, o simplemente nos equivocamos muchísimas veces. Pero a pesar de todo esto, ella expresa lo siguiente:

“But I think there’s a God and he hears either way when I rejoice and complain”
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“Pero yo creo que hay un Dios, y que Él escucha de todas formas cuándo me regocijo y (cuándo) me quejo”

La cuestión es que hoy andaba jugando fútbol como llevo varios domingos haciéndolo, y parte del ritual que conlleva la práctica del balompié dominical, es que luego del partido vayamos algunos de los jugadores a arruinar el esfuerzo físico con algún combo de Burger KingPLOP!). Pero hoy a BK solo fuimos Chelo y yo, por lo que la ocasión se prestó a que comentáramos vagamente del partido, pero profundamente de cómo estábamos en ciertos aspectos de la vida.

La verdad es que no todo es color de rosa para ninguno de los dos. Hay estrés, pesos emocionales, responsabilidades incontables y una que otra tontera que nos inunda la cabeza. En un momento la conversación fue así:

– Chelo: “Mae la verdad es que no sé qué quiero. Pero me cuesta saber que quiere Dios para mí, y me cuesta más saber aceptar los posibles resultados”.

– Charlie: “Seeeh… a mí me pasa la mismo, pero creo que la verdad a veces a Dios no le importa qué decisión tomemos, en cuánto sepamos que Él va con nosotros”.

¿Cómo que a Dios no le importa?” se podrán preguntar. Y la verdad es que creo que no (o al menos no tanto). Muchas veces nos paralizamos esperando una señal, un símbolo, una casualidad, un alineamiento de estrellas, ALGO que nos otorgue “permiso” para continuar a izquierda o derecha.

OBVIAMENTE es una broma, pero que debería confrontarnos

Nos estancamos diciéndole a Dios: “Señor tomá el volante”, pero nuestro carro está varado porque nos atemoriza avanzar. De nada sirve que Dios tome el volante si el carro no se mueve. Ahí es donde me refiero que a Dios no le importa (tanto dependiendo de la situación) cuál decisión tomamos, en tanto en que sepamos que Él va con nosotros en el carro y listo para tomar el volante cuándo sea estrictamente necesario. Eso es fe.

Tenemos que tomar el volante y confiar

Porque la verdad es esta: Nos vamos a seguir equivocando. Nos quedan más “metidas de pata” por cumplir, pero como dice Julien:

“You Know my name and all of my hideous mistakes”
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“Conocés mi nombre y todos mis horribles errores”

Dios sabe quiénes somos, qué hemos hecho y cómo hemos sufrido. Dios nos ama sin importar lo que hayamos hecho y todos nuestros “horribles errores”. Esto se llama “amor ágape”, que significa incondicional. Esto es gracia:

Es el amor y la misericordia que nos ha dado Dios, por la simple razón que Dios desea que lo tengamos, no necesariamente por cualquier cosa que hayamos hecho para ganarlo. Y lo recibimos a pesar de todos nuestros horribles errores.

Y tal como lo expresa el Salmo 139, hay un gran confort en ser conocido por un Dios omnisciente:

1 Señor, tú me examinas, tú me conoces.
2 Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la distancia me lees el pensamiento.

7 ¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?
8 Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo,
 también estás allí.

13 Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre.

23 Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos.
24 Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno.

Claro que tendremos pruebas y dificultades, pero podemos quejarnos, nos puede doler, podemos reclamar, se vale hacer un berrinche de vez en cuando, pero todo eso Dios lo va a escuchar y no lo desechará como si nada.

“Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.” — Santiago 1:2–4 (NVI)

Dios escucha a Julien incondicionalmente. Dios me escucha a mí incondicionalmente. Dios escucha a Chelo incondicionalmente. Y creo que es hora que nos regocijemos en el hecho de que Dios conoce la prueba, nuestras faltas y reclamos, y nos invita a seguir adelante con él sentado como copiloto.

“But I rejoice. I rejoice. I rejoice. I rejoice”

-Charlie!