La edad del universo es aproximadamente de 13,8 billones de años de edad, mientras que la Tierra tiene alrededor de 4,5 billones de años. Los fósiles más antiguos de los Homo Sapiens tienen una antigüedad de casi 200 000 años. Esto quiere decir que estamos presentes en tan solo el 0,00444% de la historia de la Tierra.
En 1990 la sonda espacial Voyager 1, tomó una fotografía de la Tierra a una distancia aproximada de 6000 millones de kilómetros de distancia, la cual fue solicitada por un astrónomo/astrofísico/cosmólogo/…/ estadounidense llamado Carl Sagan. Él realizó una reflexión sobre esta foto:
“Consideremos de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Esos somos nosotros. En ella todos los que amas, todos los que conoces, todo el mundo que ha oído hablar, cada ser humano que existió, vivieron sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilización, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y cada padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí-en una partícula de polvo suspendida en un rayo de sol.”
Si le damos una analogía a los datos sería la siguiente: Si toda la historia geológica de la Tierra (solamente) fuera el equivalente a la extensión completa de nuestros brazos, toda la humanidad representaría alrededor de 0,08 mm, más o menos el borde de la uña. Toda persona ha estado acá. Y de acá no ha salido nadie.
Acá estamos. Pequeñas partículas de polvo que venimos a existir por un instante de tiempo. Estos momentos son TODO lo que realmente lo que tenemos en nuestras vidas: Trabajamos, reímos, estudiamos, vamos al cine, leemos libros, amamos, lloramos, corremos, construimos imperios… Pero muchas veces ignoramos el hecho que estos momentos son temporales. Ignoramos el hecho que nuestros imperios, nuestros títulos, empresas, nuestra ropa de marca, la tecnología, la literatura… todo esto va a irse en algún determinado momento, como todo el resto de las cosas en nuestra humanidad.
Humo. Correr tras el viento. Insignificante. Cada persona y cada cosa es humo que esta acá pero que de un pronto a otro ya no está y desvanece. Esta idea tan soberana puede tomar dos rumbos: Puede ser realmente depresiva o puede ser realmente liberadora. Y es aquí donde nosotros podemos también tomar dos caminos: Podemos seguir medicándonos, entumeciéndonos (con cosas que al final no llenan los vacíos de nuestras vidas, Eclesiastés 2:1) e ignorando la realidad de nuestra humanidad, o bien podríamos abrazar la idea reconociendo nuestra humilde posición en este universo y darnos cuenta de lo tonto de la arrogancia humana, y tal vez así como resultado podremos aprender a apreciar plenamente los momentos como los regalos (dones y bendiciones) que son.
Pensemos un momento cuando éramos más jóvenes y pensemos que pensamientos o situaciones hostigaban nuestras mentes, que nos generaban estrés y nos preocupaban al punto de pensar que eran de “vida o muerte”. Cuando era un niño siempre pensaba que si no me elegían en fútbol todo el día se arruinaba por completo. Solíamos pensar que sin pasar 10mo grado del cole no seríamos nadie en la vida. Que si no teníamos ciertos zapatos o vestidos seríamos rechazados por el resto de la U o el cole…
Ahora, pensemos en las cosas que nos preocupan hoy y pensemos si realmente este tipo de preocupaciones son de alguna forma “menos tontas” que por las cosas que nos preocupaban cuando eramos niños:
- ¿Tu trabajo? Humo…
- ¿Tu casa o apartamento? Correr tras el viento…
- ¿Los préstamos con los bancos? Vapor…
- ¿Todas las cosas y las personas a quién amás? Todo es humo.
“Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente. ¡También esto es absurdo! Donde abundan los bienes, sobra quien se los gaste; ¿y qué saca de esto su dueño, aparte de contemplarlos? El trabajador duerme tranquilo, coma mucho o coma poco. Al rico sus muchas riquezas no lo dejan dormir.” — Eclesiastés 5:10–11
¿Cuántos momentos de nuestra existencia en este punto azul en el espacio malgastamos preocupándonos por el vapor?
Entonces uno se pregunta “¿qué hago ahora? ¿No hago nada? ¿No trabajo?”. No, no se trata de eso. Es algo más profundo. Es un re-enfoque para nuestras vidas. En vez de estar apuntando a las cosas, debemos apuntar a entregar todo nuestro ser para no cargar más las cargas.
“Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá…” — Salmo 55:22
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.” — Mateo 11:28–30
¿Por qué estás tan preocupado ahorita? ¿Qué te causa estrés? Porque de fijo eso va de vuelta a la tierra como todos antes. Vapor. Humo… Esto no tiene porque ser depresivo sino que puede ser liberador. Navidad, feriados y los cumpleaños pueden convertirse en épocas verdaderamente maravillosas y mágicas ya que suceden solamente una vez al año. Tal vez por eso los papás de uno disfrutan pasar tiempo con uno porque saben que esos momentos no durarán para siempre.
Tomemos un respiro profundo. Cerremos los ojos. Reconozcamos nuestra fragilidad. Reconozcamos que las cosas que sentimos tan pesadas en nuestra espalda y todos esos monos que te asfixian no son más que humo. Sintamos cómo respiramos. Reconozcamos nuestros pulmones y nuestros corazones manteniéndonos vivos a pesar de nuestra inhabilidad para hacerlos funcionar involuntariamente. Nuestro corazón palpita y todas nuestras células están funcionando de manera coordinada para mantenernos vivos. Y esto es demasiado hermoso, y es parte del regalo de nuestra vida en el planeta Tierra. Y ese regalo solo lo tenemos por el tiempo que lo tenemos. Así que:
“Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra” — Colosenses 3:2
Dejemos ir las cosas y concentrémonos en el regalo y en quién nos lo regala: En el misterio y en la belleza, aquel en quién vivimos, nos movemos y encontramos nuestra identidad. Aquello que muchos llamamos DIOS, el ser que mantiene todo el humo junto. Aquel que trae significado a lo insignificante.
“Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios…” — Salmo 46:10
Sí, todo es volatil y frágil, pero es hermoso cuándo cambiamos el enfoque.
Charlie!