“¿Qué busca amigo?”

Hace una semana tuve la oportunidad de ir a Guatemala con dos de mis mejores amigos de toda la vida: Gugui y El Toca.

Un poco de contexto: El Toca, Gugui y yo.

Un viaje improvisado hasta el último momento. Compramos tiquetes en promoción y listo. No teníamos nada más que eso. Un par de días antes nos sentamos a planear dónde hospedarnos, cómo movernos y qué hacer:

– Ok, ¿Antigua entonces?

– Mejor Panajachel y amanecemos allá.

– Ok ¿alquilamos carro? ¿pedimos uber? ¿qué tan caro es?

– …

Este tipo de conversaciones eran más aireadas y con un par de mentadas de madre intercaladas, dado a nuestra relación de años, pero haciendo el cuento corto todo se organizó hasta el día antes del viaje prácticamente.

El Toca se fue un día antes, y cuando me tocó irme con Gugui nuestro Taxi del INS nunca llegó, nuestro Uber hacia el aeropuerto se varó en media Circunvalación pero bueno, llegamos. Sabía desde entonces que a este viaje tenía que ponerle atención a los detalles porque no iba a ser “normal”.

Guatemala es muy bonito. Su gente muy amable. En serio que viajar nos presenta eso: otras realidades. Pero algo me llamó poderosamente la atención: no importa dónde vayás, la venta de artesanías es algo muy predominante allá. Y sea cuál sea el nicho casi todos venden lo mismo: camisas de Cerveza Gallo, manteles, piedras preciosas, reliquias del Hermano Pedro, calzado artesanal, entre otras cosas. Y sea cuál sea el nicho, el estilo de mercadeo es el mismo:

“¿Qué busca amigo? Pase adelante” 

— Cualquier vendedorx de artesanías chapínx

Esta frase la escuché tantas pero tantas veces que me lo empecé a preguntar seriamente: “Mae, ¿qué estoy buscando?

“Tomame una foto así como que no me doy cuenta y como que estoy buscando algo”

Ya no sabía si se trataba de un imán de colección para la refrigeradora de mi mamá, o si era una pregunta existencial de las que me encanta hacerme. Tal como lo dijo Pepe Mujica:

“Porque no venimos al planeta para desarrollarnos en términos generales. Venimos a la vida intentando ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida.” 

— Pepe Mujica, Cumbre sobre Desarrollo Sustentable 2012.

Claro don Pepe pero ¿qué pasa cuándo no hay trabajo, o muere mi abuelitx, o mi novix me deja, o me diagnostican cáncer, o cuando simplemente nada tiene sentido o sabor?

“… he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” — Filipenses 4: 11–13 (NVI)

¿Qué busco? O mejor dicho ¿qué buscamos? Eso mismo que dice Pablo en el versículo de arriba que se puede resumir en “paz incircunstancial”. Caminando por San Juan de La Laguna vi esto:

Un recordatorio en una puerta

Jesus ya cambió mi vida. Él me ha dado ese amor y propósito eterno, pero he decidido muchas veces ignorarlo u olvidarlo. Claro, he trabajado y estoy feliz en mi trabajo, y las birras al final de la semana saben merecidas y deliciosas, pero ¿debe haber más no? Ahí es donde me estoy dando cuenta en este mismo momento que escribo, que eso que busco es algo que ya tengo pero experimentado a un nivel más permanente y tangible en el día a día. Quiero a Dios en mi cotidianidad. En esa sonrisa a alguien de la pulpería, en una salida con unx amigx, mejengueando, haciendo ejercicio, discutiendo del plan fiscal, reciclando, exigiendo más de mis compañeros de trabajo, en la calle, en la iglesia, con unas birras o con un chifrijo. Quiero a Dios 24/7. Eso es lo que mi corazón busca y anhela. Creo que es cuestión de estar sensibles a qué está ocurriendo en el ya y en el ahora.

Gracias Guatemala, por recordarme que eso que mi corazón busca ya lo tengo y tengo que buscar más bien cómo ponerle atención.

-Charlie!