“Ya no me duele más”

Los que me conocen saben que cuando una canción me gusta, la puedo escuchar en loop de forma indefinida. No les miento que una vez tuve el vídeo de Jean Claude van Damme bailando “Una Vaina Loca” de Fuego todo el día en la oficina.

(De nada)

El punto es que una de esas canciones que he estado escuchando mucho de manera recurrente en los últimos meses es “Ya no me duele más (Remix)” de Silvestre Dangond con Farruko.

Charlie del 2007 cuando se da cuenta que Charlie del 2019 disfruta en sobremanera el Reggaetón y los distintos remixes derivados del género

En esta canción Silvestre le canta a alguna chica con quien ya no tiene una relación. De la canción puedo sacar que no terminaron en buenos términos. Y cuando la escucho, yo tengo una conversación con Silvestre:

Silvestre: “Ay dile, que ya sanó mi corazón, Que no me duele más su amor, que ya no lloro más por ella.”
Charlie: “Mae que dicha que ya estás tan bien, cómo me alegro por vos”

S: “Ve y dile, que yo aprendí bien la lección…”
C: “Diay claro webón, siempre es bueno aprender de todas nuestras experiencias de vida…”

S: “Que no me entregue otra ilusión, si es pa’ sufrir de esta manera …”
C: “Mae ¿pero por qué sufrir? ¿no vas a volver a intentarlo con nadie más?”

S: “Ay ya no me duele más, ya te logré olvidar…”
C: “Pero ¿y entonces? Si ya no te duele y la olvidaste…”

S: “… yo que te quise tanto y tu recuerdo me hace mal”
C: “Mae definitivamente no te entiendo… creo que sí te sigue doliendo y no has sanado por completo”

Yo cuando hablo con Silvestre al ritmo del vallenato

Mi amigo Silvestre, en medio de toda su confusión me recuerda a mí mismo (y a muchos de mis conocidxs) cuando tenemos que perdonar, ser perdonadxs y sanar un montón de heridas que la vida nos ha provocado.

La pregunta es: Si realmente sané / perdoné (1) ¿me tengo que olvidar de lo sucedido? (2) ¿debería dolerme? Yo creo que para ambas dudas, la respuesta es NO.

(1) Equivocadamente pensamos que solo podremos ser sanos o podremos perdonar cuando me borren la memoria al estilo de Men In Black. Pero la verdad, es que lo más probable es que estos recuerdos se van a quedar con nosotrxs siempre, y lo que tenemos que cambiar es nuestra actitud y respuesta ante los mismos. Al fin y al cabo, tenemos que recordarnos que somos la suma de una serie de eventos afortunados y desafortunados que nos hacen quiénes somos hoy y las preguntas realmente deberían ser ¿me gusta lo que veo hoy en mí mismx? ¿qué puedo cambiar para buscar ser mi mejor versión tomando en cuenta todos los eventos que me tienen hoy dónde estoy?

“¿qué pasó? se me olvidó lo que estaba escribiendo”

(2) También creo que si realmente hemos sanado / perdonado, no nos debería doler. Ojo, no estoy minimizando lo feo, traumático, decepcionante, ahuevado, triste… que un evento desafortunado o una persona desconsiderada pudieron ser con nosotrxs; pero sí creo que realmente no nos tiene que doler. Como dije arriba, no vamos a olvidar al 100% lo que nos pasó, pero sí podemos cambiar nuestra actitud respecto a esto.

Yo he sufrido algunas heridas físicas: me he abierto la cabeza, me abrí la barbilla, me he raspado todo el costado después de restregarme contra el pavimento (dos veces), me he dislocado el codo, me he quebrado uno de los dientes del frente (dos veces), me han quemado chingas de cigarro en conciertos, me han pateado en la espinilla jugando fútbol (siempre intentan lesionar al habilidoso…) y podría numerar alguna que otra más.

Summer Body 19′ (espero que luego de la lista anterior entiendan porque tengo tantos problemas en la cabeza, como para postear esta foto)

El punto es que cada una de estas heridas sí provocaron dolor, algunas tuvieron moretes, otras presentaron granos, otras requirieron de operaciones para ser tratadas, pero eventualmente quedaron cicatrices o marcas de dónde sucedieron, con la gran diferencia que “ayyyy ya no me duelen más”. Eso mismo tiene que suceder en nuestras mentes y corazones: no nos tiene que doler. Tenemos que ver nuestras cicatrices y saber que ya no duelen. Claro, ahí está la marca y puedo recordar qué fue lo que sucedió que me dejó esa marca, pero ya no me duele.

Pero creo que muchas veces nosotrxs mismxs, aún cuando hemos tratado las heridas y empiezan a cicatrizar, nos abrimos las heridas como cuando nos rascamos un grano y nos vuelve a sangrar. Y es que qué difícil, porque muchas veces esas heridas son zonas de confort desde las cuales podemos darnos una posición para reclamar que las cosas no han salido cómo lo planeamos. Pero creo que hay una oportunidad en dejar sanar.

Y ese ejemplo, lo veo en Jesús. Haciendo un resumen súper ejecutivo de las buenas noticias que envuelven mi fe (repito, mi fe y la de muchos. Si esta no es su fe, no dejen que los distraiga de lo chiva de esta historia), Jesús viene a esta Tierra para restaurar la relación de las personas con Dios (su Padre) y para hacerlo es humillado, obligado a cargar una cruz, recibir latigazos, ser crucificado, perforado con una lanza y eventualmente morir. Eso suenan como grandes heridas ¿no? Pero lo tuanis es que tres días después, resucita vence a la muerte. Lo imposible sucede. Ahora bien, cuando Jesús se presenta con sus seguidores más cercanos, hay uno que no puede creer lo que está viendo:

“— Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré — repuso Tomás.” — Juan 20: 25 (NVI).

Si yo hubiera sido Jesús (por dicha que no lo fui), yo le hubiera mentado la madre a Tomás:

“MAE TOMMY ¿¡ES AL CHILE!?… LUEGO DE LO QUE ACABO DE PASAR… LUEGO DE LO QUE ACABO DE SUFRIR Y ¿¡TE VAS A PONER EN VARAS WEBÓN!?

Pero no. Jesús, no solamente resucitó, sino que volvió de la muerte con sus heridas ya sanas, cicatrizadas, al punto en el que invita a Tomás a comprobar por si mismo el milagro:

“Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.

— ¡La paz sea con ustedes!

Luego le dijo a Tomás: — Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.

— ¡Señor mío y Dios mío! — exclamó Tomás.” — Juan 20:26–28 (NVI)

Eso es lo que hace el perdonar / sanar con nosotrxs. Que sigamos adelante. Que mostremos como nuestras heridas no duelen más y que sean herramientas para compartir buenas noticias. Que comprobemos que estamos hechos para convivir. Que demostremos en que hay más por vivir que recordando y abriendo mis heridas para estar en esa posición donde le gente me debe algo. Veo a Jesús y no lo veo pasando una cuenta, lo veo mostrando misericordia y recordándome que se trata de ser libre de mí mismx, de mi pasado, de mis heridas, de mis ofensores. La vida se trata de que podamos cantar constantemente “ayyyyy ya no me duele más”.

¿Cantamos?

-Charlie!