Nota: Esta entrada es un resumen ajustado de un estudio que hice con mi amiga Pame Araya para un taller que se llamaba “Los sueños del Padre” en el 2017.
(Charlie)
La novelista inglesa Agatha Christie dijo: “Everybody said, “Follow your heart“. I did, it got broken” (“Todo mundo me decía “Seguí tu corazón“. Lo hice, y se rompió”). Y es que nadie está exento a ilusionarse y a soñar, pero eso conlleva a obligatoriamente exponerse a una potencial desilusión. Y lo más peligroso de este proceso de desilusión es que como nos duele tanto, muchas veces nos da miedo volver a enfrentarlo y conscientemente dejamos de soñar y de ilusionarnos, pero muchas otras ni siquiera nos damos cuenta dejamos de hacerlo y caemos en una zona de confort. Nos da miedo sentirnos rotos, nos da pavor sentirnos inútiles o avergonzados, nos aterroriza la idea de ser decepcionados o peor aún de decepcionar a alguien. Al fin y al cabo, nos da miedo volver a soñar o de soñar en grande. Nos conformamos con algún esquema que nos limite a la zona de confort en la cual el margen de error sea el mínimo:
- Claro, quiero ennoviarme, pero que pereza que me vuelvan a dejar entonces me voy con cualquiera y no me involucro.
- Claro, quiero tener mi propia empresa, pero que miedo invertir o arriesgarme, entonces me quedo en el trabajo que tengo que no me hace tan feliz.
- Claro, quiero tener un gran salario, pero que pereza invertirlo en gente y que lo malgasten, entonces lo gasto en mí.
Realmente así de variados como pueden ser los sueños, así de rotos o condicionados pueden ser por una amplia gama de circunstancias; por mencionar algunas: temor, vergüenza, inseguridad, inaptitud, inmadurez, sobremadurez, pereza, celos, otros sueños fuera de un propósito… Y algunos ejemplos los podemos encontrar en la Biblia, como por ejemplo con el chineado de José:
Cierto día José tuvo un sueño y, cuando se lo contó a sus hermanos, estos le tuvieron más odio todavía, pues les dijo: ―Préstenme atención, que les voy a contar lo que he soñado. Resulta que estábamos todos nosotros en el campo atando gavillas. De pronto, mi gavilla se levantó y quedó erguida, mientras que las de ustedes se juntaron alrededor de la mía y le hicieron reverencias.”
Génesis 37:5-7
Y el resultado no fue el mejor, Long story short: Los hermanos de José se ofenden, lo odian más, lo envidiaban y terminaron vendiendo a unos mercaderes que lo llevan como esclavo a Egipto, y Jacob (su padre) llora y guarda luto por la supuesta muerte de José. Una vez en Egipto a José le empieza a ir bien, pero luego lo encierran en la cárcel por una acusación falsa de violación. La suma total de los eventos no parece como una reverencia, parece más como una montaña rusa con tendencia a las caídas. Yo me imagino que en la cárcel se sentía solo y que de fijo cuestionaba porqué tuvo que haber compartido sus sueños, porque a partir de ese momento pareciera que todo es una bola nieve colina abajo, viendo su sueño interrumpido o roto por los intereses de otras personas.
¿Quién está secuestrando, rompiendo o interrumpiendo tus sueños?
Desde que somos pequeños nos enseñan y nos impulsan a soñar, pero conforme crecemos podemos llegar a creer que en la vida hay tantas (e inclusive más) desilusiones que ilusiones por las cuáles vivir. Esto a lo que conlleva es que muchas veces consciente o inconscientemente carguemos con heridas e inseguridades en el camino de la vida. Y podríamos discutir sobre quién ha sufrido más, sobre quién la tiene más fácil, o sobre cuál herida es más profunda o dolorosa, sin llegar a nada, cuando la verdadera discusión debe yacer en la incógnita de qué hacemos con esas heridas.
La idea de abrazar nuestras heridas se puede ver ejemplificada de forma casi poética en una técnica de reparación japonesa que se llama el KINTSUGI, que literalmente significa ENSAMBLADO (TSUGI) DE ORO (KIN). La historia del Kintsugi empieza cuando el general del ejército japonés Ashikaga Yoshimasa quebró una de sus vasijas de té chino, envió la pieza a China para que la repararan, y el resultado fue dicho elemento pegado con una serie de grapas de metal grandes y feas. Entonces Yoshimasa fue donde artesanos japoneses para que encontraran una forma más estética de reparar su vasija. Y así fue como se popularizó el Kintsugi, ya que los artesanos fueron capaces de convertir piezas rotas reparadas en elementos más bellos que la pieza original a través de la unión de dichas fracturas con oro o plata, llevándolo al punto en el cuál la gente a propósito rompía sus vajillas con tal de que fueran reparadas con esta hermosa técnica. Esto nos lleva a darnos cuenta que las fracturas que sufren diferentes elementos no significan necesariamente el final de dicho elemento, sino que pueden ser un punto quiebre en el cuál se introduce valor en medio de las fracturas.
Yo creo que Dios quiere hacer eso mismo en nuestras vidas. Dios quiere agarrar los sueños que nos ha insertado, con las heridas y fracturas que han sufrido en el camino e introducirles oro en medio que les de valor. Él es ese elemento de paz, gozo, paciencia, bondad, amor, amabilidad, fidelidad, humildad y dominio propio que nos da un valor extra. Ese es el oro para unir nuestras piezas rotas.
La pregunta es ¿Qué dicen nuestras cicatrices? ¿Cómo cierran nuestras heridas, se han cerrado? O más bien estamos intentando por nosotros mismos pegar nuestras vasijas con goma loca, tape eléctrico o simplemente ya nos rendimos y dejamos las piezas rotas a un lado. A veces siento que yo me guío bajo el siguiente flujo de decisión:
Claro, somos valiosos por quiénes somos. Somos valiosos por nuestra capacidad de soñar. Pero el hecho de haber sufrido desilusiones o experimentar sueños rotos no nos condena a la muerte o el confort, sino más bien que son oportunidades para ver a Dios y su espíritu darle más valor a nuestros días.
La desilusión, el sufrimiento y las heridas causadas en nuestro corazón nos ponen en lugares en dónde es muy fácil olvidarnos de Jesús, de su amor y lo que hizo y puede hacer por nosotros. Estas condiciones nos llevan a olvidar cuán amados somos, qué no estamos solos y que hay un propósito para nuestra vida.
Que chiva saber que Dios no nos ve como desecho dadas nuestras imperfecciones, sino que Él valora demasiado nuestro sufrimiento y lo puede convertir en algo hermoso y de valor. ¿Y qué pasó con José? Bueno, pasó dos años en la cárcel hasta el momento en el que el Faraón tuvo un sueño y el copero se acordó de su compañero de celda (José) y lo recomendó para que interpretara dicho sueño. José lo hace bien, y se convierte en la mano derecha del faraón en los tiempos de abundancia y en los de escasez:
“José era el gobernador del país, y el que vendía trigo a todo el mundo. Cuando sus hermanos llegaron ante él, se postraron rostro en tierra.”
Génesis 42:6
Y a la larga esto llevó a la reconciliación de su familia y a alegrar el corazón de Israel su padre. Es decir, el sueño de José nunca estuvo lo suficientemente roto para que Dios lo cumpliera y que además a través de un proceso llegara a darle valor extra al resultado de esta historias. ¿Estamos conscientes que eso mismo puede ser para nuestra vida? ¡Atrevámonos a soñar!
-Charlie!
Charlie, que grande el Señor que tenemos, el pone sus sueños en nuestros corazones y debemos confiar en que el cumple su palabra, sea que nos sintamos traicionados o sin ilusión por diferentes situaciones, el final es perfecto y viene sellado con oro puro y mejorado, porque ya fuimos pasados por su fuego. Gracias Charlie por este mensaje, un abrazo grande
Mae Charlie que tuanis que todo esto lo escribís cumpliendo un sueño y desde ahí tenés más potestad de animarnos a cumplir los nuestros. Sabiendo que se nos pueden quebrar y quedar en 20 pedazos pero también confiando en ese Kitsungi que al final es lo que El Señor nos promete. Delicioso mae gracias!